POR FRAY LALITO
Esta expresión “El orgullo de mi nepotismo” es parte de la historia política de nuestro país.
En el sexenio del ex presidente José López Portillo se hizo, en términos actuales, “viral” cuando, a propuesta del entonces secretario de Programación y Presupuesto, Miguel de la Madrid Hurtado, se incorporó a su hijo José Ramón López Portillo a su gabinete como subsecretario.
Después de 40 años una especie de “Deja Vu” aparece en la esfera presidencial.
Dentro del discurso de austeridad, en el que los gobernantes deben vivir en la “justa medianía”, sin lujos ni privilegios, y en la evidente operación electoral que ha emprendido el Presidente Andrés Manuel López Obrador, no existe lugar para el “familiar incómodo”, pero esto parecen no entenderlo algunos integrantes de la familia del Presidente, como su hijo José Ramón Beltrán, quien exhibe en redes sociales su vida que se contrapone al discurso de “primero los pobres” que predica su padre.
Durante toda su campaña y al inicio de 2021, el Presidente López Obrador ha reiterado: “Este año tiene que ser destinado a seguir fortaleciendo la política de Austeridad Republicana; no a la corrupción y no a los lujos en el gobierno”.
Para evitar situaciones que enturbien el discurso de austeridad y anticorrupción, el Presidente decidió enviar a sus tres hijos mayores fuera del país, una estrategia que, sin embargo, ha resultado fallida.
Apenas en días pasados circularon fotografías de José Ramón López con su pareja disfrutando de unas vacaciones de Semana Santa en Aspen, Colorado, un destino considerado de superlujo y, por supuesto, alejado de la austeridad que predica la Cuarta Transformación.
Las imágenes, que se hicieron “virales” en las redes de México, fueron extraídas de una cuenta privada de Adams y al parecer despertaron la furia en Palacio Nacional, según fuentes cercanas a la familia presidencial.
Los hijos del Presidente, José Ramón, Andrés Manuel y Gonzalo Alfonso López Beltrán se convirtieron desde hace tiempo en un lastre para los objetivos de su padre, por la ambición que mostraron en sus labores políticas en la CDMX y en el Estado de México, por sus relaciones con el sector empresarial y por los excesos mostrados en sus vidas privadas.
JOSÉ RAMÓN, EL DE LOS GRANDES LUJOS
José Ramón López Beltrán, en algún momento impulsado por los aduladores de siempre, sintió que podría llegar a la gubernatura del Estado de México, fue el primero en caer en el exilio, luego de que iniciara una relación sentimental con Carolyn Adams, una ejecutiva brasileña encargada de cabildear contratos en el sector energético para Cava Energy y antes para British Petroleum.
Se sabe de relatos y señales que demuestran la molestia que genera en López Obrador la pareja de su primogénito -y madre de su único nieto- por los conflictos de interés que le representa su trabajo de cabildera y por la lujosa vida que demuestra en sus redes sociales al lado de su hijo José Ramón, con residencia en Houston, Texas.
ANDRÉS MANUEL, EL DE LOS PROYECTOS MÁS AMBICIOSOS
Por su parte, Andrés Manuel López Beltrán, el más político de los hermanos, se resiste a dejar el país.
Las fuentes aseguran que recibió la indicación para viajar, al igual que sus hermanos, a otras latitudes, pero su interés por gobernar más adelante la Ciudad de México y por mantener en la actualidad el control de la política capitalina lo llevaron a ignorar la indicación.
Más allá de los lujos, los proyectos del segundo hijo del Primer Mandatario son los más ambiciosos, al grado de que ya se ha hecho público que construye desde el gobierno de su padre una superestructura de funcionarios jóvenes que reportan primero en su escritorio, y después en el del titular del Ejecutivo.
En esa superestructura se encuentran, entre otros, Carlos Torres Rosas, secretario técnico del Gabinete; Daniel Asaf Manjarrez, coordinador de la Ayudantía de Presidencia, y Antonio Martínez Dagnino, administrador general de Grandes Contribuyentes en el SAT, que encabeza Raquel Buenrostro.
GONZALO ALFONSO, INVOLUCRADO CON GRANDES EMPRESARIOS AFICIONADOS AL BEISBOL
El más pequeño de los López Beltrán, Gonzalo Alfonso, acató sin rebeldía las indicaciones de su padre.
Siguiendo su afición al beisbol -convertido ahora por López Obrador prácticamente en deporte nacional- se fue a trabajar en la estructura del equipo de los Gigantes de San Francisco, muy probablemente para regresar más adelante a potenciar el proyecto de las clínicas deportivas impulsadas por la 4T.
Si bien Gonzalo Alfonso no había tenido contacto con las grandes ligas de este deporte, sí se le había visto involucrado con grandes empresarios aficionados al mismo.
A mediados de 2019 se hizo pública una fotografía en la que el hijo del Presidente compartía el palco de honor del estadio regiomontano de los Sultanes, con los empresarios Alfonso Romo, Carlos Bremer y Carlos Slim.
BOICOTEAN EL DISCURSO POLÍTICO DE SU PADRE
Los hijos del Presidente, quienes supuestamente se alejarían de la política y el gobierno durante el sexenio, no hicieron lo uno ni lo otro, y además están boicoteando, con su estilo de vida, el discurso político de su padre.
Qué autoridad moral le dejan sus hijos al Presidente López Obrador para machacar con su discurso de austeridad.
Dicen que “el buen juez por su casa empieza” y no mira “la paja en el ojo ajeno” sin ver primero la viga en el propio.
A propósito de los comicios de 2021, el Ejecutivo federal ha llamado al Instituto Nacional Electoral (INE) para reducir el presupuesto a los partidos políticos.
“No es posible que se reciba tanto dinero en el INE, muchísimo. Es de los organismos electorales que más dinero consume en el mundo y el sistema de representación proporcional buscar también reducir gastos en todo. No puede haber gobierno rico con pueblo pobre”, expresó AMLO.
El presupuesto del INE representa como el 10% de lo que costó la cancelación del aeropuerto “Texcoco”, reconocido por el secretario de Hacienda después del escándalo de la ASF.
Ante los escándalos de sus hijos continuará la obstinación de López Obrador por la austeridad. Ha afirmado que el plan económico de México para afrontar el Covid-19 es ortodoxo y austero.
Ha puesto en marcha medidas que habrían hecho feliz al Fondo Monetario Internacional (FMI) de los noventa: Redujo los salarios de los trabajadores del Estado y los obligó a devolver su bono navideño, además de recortar el presupuesto público de varias secretarías.
Hágase justicia en los bueyes de mi compadre. Andrés Manuel ve en la austeridad una medida propobre y protrabajador: en su lógica, los pobres ya están siendo protegidos por programas sociales y el resto de la población tiene dinero suficiente para salir adelante.
La interpretación del Presidente no sólo es incorrecta, sino que también es perjudicial. El costo para los más pobres será enorme: los programas sociales de AMLO no cubren a todos. En México, hay 22 millones de beneficiarios de estos programas y 52 millones de pobres.
¿Y la familia..? “Muy bien, gracias, SI comió”. Austeridad genuina. Predicar con el ejemplo, en lugar de optar por una austeridad draconiana, el Presidente podría dar transferencias a desempleados y apoyar a las empresas bajo la estricta condición de que no despidan a sus empleados.
PODRÍA PERDER CREDIBILIDAD AMLO SI NO LIMPIA LA CASA
Se podría limitar el apoyo a empresarios pequeños y aprovecharse de la necesidad de recursos que tienen los empresarios grandes para que, a cambio de las ayudas que reciban este año, acepten pagar más impuestos a partir de 2022.
López Obrador puede perder su credibilidad si no empieza por limpiar la casa y nos convence de que la “Austeridad” no es sinónimo de demagogia, sino toma de decisiones en bien de la República.
Ante una crisis como la actual, AMLO tiene que dejar a un lado sus ideas preconcebidas y estar abierto a la realidad.
