POR GAEL BUENDÍA
El Poeta del Periodismo
Desde algún rinconcito del cielo a 19 de septiembre de 2017.
Sin duda se requiere de mucha imaginación para describir el lugar donde ahora me encuentro, sobre todo poseer de una habilidad narrativa que desafortunadamente carezco. Sin embargo, vale la pena destacar que en este lugar se respira una gran tranquilidad espiritual, pese a que en el amplio salón entran y salen niños de todas las edades; unos con sonrisas a flor de labios y otros con una gran tristeza reflejada en sus rostros.
Todos ellos se postran ante aquel hombre que les extiende el brazo para posar la palma de su mano en la mejilla como muestra de cariño. Los más atrevidos, por así decirlo, se trepan en su regazo y se acorrucan como pidiendo protección.
Por toda repuesta el hombre les susurra algunas palabras, imagino de consuelo ya que de inmediato el semblante de los pequeños se iluminaba con una amplia sonrisa y salen jubilosos de aquel salón a retozar por el amplio jardín de aquella mansión.
‘NO LO TENGO AGENDADO’
-¡Pásele y tome asiento!, me ordena aquel hombre al tiempo que se incorporaba de su asiento y me señala el sillón contiguo al de Él.
“Por lo que veo no lo tengo agendado”, dijo mientras revisaba un enorme libro y agregó: “Sin embargo, le concedo unos minutos, pues tengo entendido que tiene algunas preguntas e incluso reproches qué hacerme, ¿o me equivoco?”.
“¡Sí!… ¡digo no..!, es decir”, contesté balbuceando para hacer tiempo y coordinar mis ideas, ya que a decir verdad no recordaba para qué hacía en ese lugar.
“Veo que… lo desconcierta este lugar… ¿verdad?”, dijo con toda serenidad al tiempo que se incorporaba de su asiento para dirigirse al amplio ventanal y me hacía una señal indicándome mirara a través de ella.
Como lo expresé en líneas arriba, se requiere de una gran narrativa para describir el lugar en donde juguetean niños de todas las edades.
“¡Hermosas mis criaturas!, ¿verdad?”.
“Sin duda, Señor”, dije con todo respeto, pues me había dado cuenta ante quién estaba y armándome de valor le espeté: “Pero ¿no crees que es injusto lo que haces?”.
Ante mis palabras, Él me miró con esa mirada consecuente que lo caracteriza y dejó continuara con mis reclamos.
“¿Tú sabes el dolor que has ocasionado en las madres que han perdido a sus seres queridos? Ha sido tan grande el vacío en sus almas por el ser querido acaecido que te hacen este reclamo. ¿Dónde estabas Dios cuando mi hija fue violada y luego sin ninguna piedad asesinada? Otras te tachan de injusto incriminándote ¿por qué no impediste que mi niño se ahogara con el fruto de la vid? Los más te recriminan lo acontecido hoy en el cual niños inocentes perdieron la vida. ¿Por qué?, ¿por qué eres injusto Dios? Todos se preguntan el porqué tanto odio si se supone que tú eres y pregonas el amor a tus criaturas y en cambio mandas calamidades que dejan miseria a su paso”.
‘POR QUÉ SE OLVIDAN DE MÍ’
“¿Ya terminaste?”, me dijo con una voz paternal pero firme al decirme: “Acaso yo tengo la culpa de que una de mis criaturas cometa delitos incalificables… ¿por qué no se preguntan ustedes si acaso ya se les olvidó mis 10 Mandamientos.
“En cuanto a esas madres que sólo se hace llamar así por el solo hecho de haber parido un hijo, creen que ya cumplieron con ese sagrado deber olvidándose de la educación de su descendiente. No es verdad que en la actualidad hay madres que le dedican más tiempo a las cosas baladíes que a la educación y el cuidado de sus hijos. Recuerda más vale un correctivo a tiempo que una lamentación más tarde. Mientras madres y padres eduquen y cuiden a sus hijos estos serán hombres de bien y respeten a mi mayor creación: las mujeres.
“En cuanto a las calamidades te contesto: ‘cada quien tiene una responsabilidad y la Madre Naturaleza tiene deberes y obligaciones, sin embargo, ustedes los humanos la han maltratado tanto que ya no puede cumplir con sus deberes. ¿Quieres que te los enumere? Pero, a decir verdad, estaría horas y horas y no hay tiempo… como te dije al principio, no estabas en mi agenda así que…
‘TODAVÍA NO ME TOCABA’
“¡Doctor, doctor!, el paciente está reaccionando”.
“¡Pronto, inyéctenle morfina y sigan dándole masajes al corazón… creo que le ganamos la batalla a la muerte. Este hombre tuvo suerte de sobrevivir al terremoto… ¡Gracias a Dios, avísenle a sus familiares pronto!”.
“Creo que no tiene familia, doctor, por su ropa, al parecer es un vagabundo…”
¿Sueño o realidad? No sé, pero esto me confirma lo que todo mundo tiene esa inquietud: Hay vida después de la vida… Y como se dice en la política: Para exigir, primero hay que cumplir… y como dice el Señor: “Ayúdate que yo te ayudaré”.
