‘Así fue’ el deseo de Juan Gabriel: Primero aclamado y después enterrado

No creo que el Divo de Juárez haya dicho “quiero que me incineren y que nadie sea invitado a mi velorio”

POR GAEL BUENDÍA

El Poeta del Periodismo

 

Desde algún lugar del mundo, a 8 de septiembre 2020.

A todos nos sorprendió, de eso no me cabe la menor duda. Lo que vino después fue resignación y estar al pendiente de los medios para saber dónde y cuándo se velarían los restos del más grande compositor que ha dado México: Alberto Aguilera Valadez, mejor conocido como Juan Gabriel.

Luego que me enteré del lamentable suceso, por mi mente pasaron imágenes del entierro de Jorge Negrete, Pedro Infante y Javier Solís.

Sin temor a equivocarme, el de Infante fue el más triste y concurrido y por doquier se veían rostros desencajados al conocerse la terrible noticia.

¿Y qué decir del traslado de sus restos de Mérida a Ciudad de México? Desmayados, suicidados y el pueblo volcándose por las calles al paso de su cortejo fúnebre.

¿Por qué dicho fenómeno? Dicen los expertos que se debió por la forma trágica que murió amén de su gran talento artístico; aunado a eso, los líos judiciales que enfrentaba con su esposa por el casamiento ilegal con Irma Dorantes… pero eso es otro tema del cual algún día comentaremos.

 

TRAS SU MUERTE PENSÉ EN SU VELORIO

Lo que sí quiero asentar en esta colaboración A SIMPLE VISTA es que, luego de enterarme de la muerte de Juan Gabriel, por mi mente fueron formándose una secuencia de imágenes de lo que sería el velorio y el entierro de Juanga, como también se le conocía.

En primer término, veía a lo largo de las avenidas de Santa Mónica, California, una hilera interminable de fanáticos agitando la bandera mexicana al paso de su cortejo fúnebre rumbo al aeropuerto de Los Ángeles, en donde ya lo esperaban funcionarios del consulado mexicano para hacer entrega simbólica de los restos del Divo de Juárez.

¿Y luego en el aeropuerto de Toluca? ¡Un mar de gente! ¡Unos, gritando vivas a su ídolo mientras que otros cantando ‘Amor Eterno’, como un merecido homenaje al hijo predilecto de Parácuaro, Michoacán!

Imagine el lector la cantidad de personas haciendo valla desde el aeropuerto de Toluca hasta donde termina La Marquesa y otro tanto en la entrada de Cuajimalpa, o si no es que más personas en espera del paso fúnebre rumbo a Bellas Artes para rendirle un merecido homenaje al hombre que hizo cantar a medio mundo con su talento artístico.

 

MILLONES DE MEXICANOS FRUSTRADOS POR NO DAR EL ÚLTIMO ADIÓS

Esto se hubiera dado bien merecido al autor del ‘Noa, Noa’ y no el trato que se le dio a su cadáver por parte de sus familiares, dejando a sus millones de seguidores frustrados por no haberle brindado el último adiós a su ídolo.

Les cuento, cuatro años atrás, una de mis descendientes me dijo: “¿Cómo te gustaría que fueras enterrado?”. Me le quedé mirando fijamente y quise contestarle como solía decir mi madre, cuando se tocaba el tema de la muerte, “levanta tu chiquigüite mi‘jita, ya no me mantengas”, pero viéndolo bien tenía sentido su pregunta, por lo que le contesté: “Te voy a dejar una lista de los que quiero que invites a mi velorio y luego me incineras”.

Un mes después me volvió hacer la misma pregunta y le contesté con otra pregunta: “¿Cuántos llevamos en la lista?”.

“¡Ninguno de tus parientes, mucho menos de amigos pues ni tienes”!, fue su respuesta.

“Entonces vamos bien”, le dije… pero imploré: “Déjame vivir un poco más, ¿sí?”.

¿Por qué le exprese ese deseo a mi hija? Porque en el ocaso de nuestras vidas nos percatamos a quiénes le importamos y a quiénes le valemos puro sorbete… y en mi caso me entró el orgullo herido y la desilusión de toda mi parentela, y entonces como un desquite dije: “Todo por eso no los voy a invitar a mi velorio!”.

Sin embargo, no creo que sea el caso de Juan Gabriel, ya que él no anidaba algún rencor en su alma, incluso ni a los periodistas que le hacían preguntas sosas, como la clásica de que si era gay, a lo que él un día respondió de forma firme a Fernando del Rincón: “Lo que se ve no se pregunta mi’jo”.

Y es que el autor del “Noa, Noa” vivió para disfrutar no sólo una noche sino las 24 horas del día. Nació para  amar y ser amado por su público… y prueba de ello fue que en cada concierto él se entregaba en cuerpo y alma.

Por eso digo: Si Juan Gabriel algún día expresó su deseo de ser incinerado, ¡perfecto!, cumplido su deseo, pero después de que su pueblo le hubiera rendido un merecido homenaje de cuerpo presente y la verdad no creo que haya dicho “quiero que me incineren y que nadie sea invitado a mi velorio”.

¿Verdad que no FUE ASÍ, Juan Gabriel?… ¿O será que realmente ASÍ FUE?

 

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