Desde algún lugar del mundo…. ¿Fecha? El lector tiene la palabra… Al hurgar en el baúl de mis recuerdos me encontré varios videos en donde siempre sonriente jugueteaba alrededor de la sala, en el parque, pero sobre todo cuando íbamos al mercado de pulgas.
Huelga mencionar que eras la sensación por doquier que transitábamos y las personas que se acercaban para otorgarte una caricia, tú los escudriñabas con eso ojos brillantes como dos luceros prendidos en el azul del cielo para luego otorgarles una sonrisa franca y sincera. ¿Y cómo no… a esa edad (dos años) qué malicia podías tener?
Yo, hinchado de orgullo, recibía los halagos de la gente que más de uno decía: “¡Qué bonita está la bebé! ¿Es su nieta?”.
Por la edad podría ser mi bisnieta, pero es mi hija, respondía lleno de orgullo y con mucho alegría.
¿Te acuerdas cuando tus manitas torpes, pero acomedidas, me ayudaban en los quehaceres? Ja, ja, ¡cómo olvidar cuando terminaban tus caireles embarrados de más para tamal. ¿No me crees? Busca en el baúl que te dejo como herencia.
SENTIMIENTOS ENCONTRADOS: FELICES MOMENTOS, AMARGOS RECUERDOS
Pero no todo fue felicidad, también hay amargos recuerdos, como aquel en donde a base de calumnias trataron de separarnos. Afortunadamente la justicia de este país prevaleció y pude recuperarte compartiendo el 50 por ciento de la custodia. Qué más hubiera querido que el juez me hubiera dado toda tu presencia. ¡Y mira que tenía motivos! Sobre todo, pruebas para luchar por tu custodia completa, pero dije: ¿Por qué privar a mi bebé de la presencia de su madre?
Cuando tenías uso de razón tuvimos esta conversación: “Hija, un día va a llegar el momento en que te tendrás que ir con tu madre, los años se me vienen encima y no quiero atarte a mí”.
Quise probar tu fidelidad diciéndote: “¿O quieres irte desde ahora¡”. ¿Lo recuerdas? Tu respuesta fue: “No papi, quiero estar con los dos”.
No sé cómo se nos fue el tiempo en un abrir y cerrar de ojos, te vi convertida en una adolescente, 12 años, si a esa edad se le puede catalogar así.
NO SIEMPRE LAS HISTORIAS TIENEN UN FINAL FELIZ
Dicen que todas las historias terminan en un “Y fueron felices por toda la vida”. La nuestra, padre-hija, no tuvo un final feliz.
Ayer, con el temor reflejado en tu rostro, me dijiste: “Ya no quiero ir contigo”.
No me sorprendió tu comentario, a leguas se ve que te están manipulando.
Me vino a mi memoria los años de mi infancia; aunque no venga al caso, recuerdo cuando las vecinas torcían el hocico y me decían: “¡Ah, qué chamaco tan feo!” ¡Y cuánta razón tenían! Con esta cara que mis viejos me heredaron: Prieto, pelos tiesos, dientes chuecos.
Nadie me hablaba por mi nombre, me nombraron “El Guapo” y así me conocían con ese mote. Sin embargo, no me enojaban sus comentarios, ni mucho menos recibí de ellos un halago.
Y así fui creciendo con toda la barba hasta que una mujer, no sé por qué, me dio el tesoro más preciado del mundo: TÚ.
MI DESTINO: VAGABUNDO POR SIEMPRE
En toda mi vida ningún comentario me había herido tanto como tus palabras que salieron de tus lindos labios: “YA NO QUIERO IR CONTIGO”.
Ante esto, grité con dolor: “¿Y AHORA QUÉ? ¿A dónde encamino mis pasos? ¿A dónde? ¡Carajoossss!”.
Entonces una voz en mi interior me respondió: “¡Sal y asómate! ¿Ves cuántos senderos te ofrece la vida? Anda, ve y haz vereda al andar”.
Y pues aquí me tienen… recorriendo la legua… VAGANDO POR ESAS TIERRAS DE DIOS… es más, pienso que es mi eterno destino de aquí hasta cuando emprenda el camino a la dimensión desconocida que, tarde o temprano, todos lo haremos algún día…
Pero en donde me encuentre, celestial o terrenal, siempre estaré pendiente de mi hija, mi gran tesoro que adoro.
